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Ideas y conceptos

Participar en eventos académicos en Europa y Norteamérica durante las últimas semanas me ha permitido apreciar, una vez más, la importancia de contar con ideas y conceptos apropiados para comprender mejor la realidad que vivimos en los primeros decenios del siglo 21. Necesitamos revisar las herramientas conceptuales que hemos venido utilizando para diagnosticar problemas y para hacerles frente.

 

El primer evento fue una conferencia internacional de la UNESCO en París sobre políticas de ciencia y tecnología. En el discurso inaugural reseñé lo que hemos aprendido sobre como poner en práctica estas políticas en los países en desarrollo. Fue interesante comprobar que el marco conceptual sobre instrumentos de política científica y tecnológica diseñado en un proyecto de investigación que dirigí hace casi cuarenta años se mantiene aún vigente. En esa oportunidad examinamos en detalle la formulación e implementación de las políticas en diez países de Asia, Europa y América Latina, demostrando que era necesario armonizar las políticas “explícitas”, que se refieren específicamente a ciencia y tecnología, con las políticas “implícitas” que tratan sobre otros aspectos de la gestión pública (finanzas, empleo, comercio, entro otras), pero que afectan indirectamente las actividades científicas y tecnológicas. Las discusiones durante la conferencia me hicieron ver que las preocupaciones actuales son las mismas que teníamos en el decenio de 1970, y que tenemos mucho que aprender de la historia de éxitos y fracasos en crear capacidades en ciencia y tecnología.

 

De París fui a Potsdam, al Instituto de Estudios Avanzados para la Sustentabilidad en las afueras de Berlín, para dictar una conferencia pública y un seminario académico sobre las transformaciones que estamos viviendo en el mundo actual. Las discusiones fueron muy animadas y cubrieron una amplia gama de temas, pero hay una idea que quisiera destacar. Es urgente revisar los conceptos de “progreso” y “desarrollo” que orientan nuestros esfuerzos para mejorar la condición humana, tanto en los países ricos (“desarrollados”) como en los países pobres y de ingreso medio (“en desarrollo”). El cambio climático, el deterioro del medio ambiente, las transiciones demográficas, las nuevas amenazas a la seguridad, las transformaciones en las relaciones de poder internacional, los avances tecnológicos y los descubrimientos científicos, entre otros factores, han generado no sólo una multiplicidad de crisis, sino un radical cambio de época en la historia de la humanidad. Esto nos obliga a cuestionar nuestros hábitos de pensamiento y los conceptos con que apreciamos la realidad, a fin de replantear las ideas que tenemos acerca del crecimiento económico, el consumo de bienes y servicios, la prosperidad, el bienestar material, la situación social, y la evolución de nuestra especie durante los próximos decenios.

 

La tercera reunión fue en Toronto, en el Centro de Innovaciones para la Gobernanza Internacional, y trató sobre la ausencia de instituciones para enfrentar los desafíos de la globalización. Las estimulantes discusiones y conversaciones con líderes políticos y académicos de diversas partes del mundo sobre una variedad de temas —crisis alimentaria, turbulencia financiera, conflictos en ciberespacio, desempleo y pobreza, escasez de agua, entre muchos otros— me permitieron apreciar que carecemos aún de ideas y esquemas conceptuales para interpretar adecuadamente los fenómenos asociados a la multiplicidad de interacciones de todo orden que nos ha traído la globalización.

 

Participar en estos eventos ha reafirmado mi convicción de que debemos invertir tiempo, esfuerzo y recursos para desarrollar ideas y conceptos que nos ayuden a comprender mejor la época que estamos viviendo. Sólo así podremos diseñar visiones de futuros deseados, identificar opciones para acercarnos a ellos, y tomar decisiones sobre el camino más adecuado. La frase de Kurt Lewin “no hay nada más práctico que una buena teoría” es hoy más importante que nunca.