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Vulnerabilidad Alimentaria

Las recurrentes crisis financieras y la posibilidad de una inminente recesión global están acaparando la atención de políticos, expertos y analistas, y han desplazado a un segundo plano las preocupaciones sobre seguridad alimentaria. Sin embargo, más allá de lidiar con burbujas financieras, colapsos en los mercados de capital y deudas soberanas impagables, debemos prestar atención a lo que sucede con la demanda, producción y distribución de alimentos, cuyo precio ha subido en forma desmedida durante el último lustro.

 

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO): “la seguridad alimentaria existe cuando todas las personas tienen todo el tiempo acceso físico y económicos a una cantidad suficiente de alimentos seguros y nutritivos para satisfacer sus necesidades dietéticas y preferencias alimentarias para una vida activa y saludable.” Esto no sucede en la mayoría de los países en desarrollo, en donde la mayoría de personas dedican más del 70% de sus ingresos a la compra de alimentos, en contraste con aproximadamente el 15% de los países ricos.

 

Reducir la vulnerabilidad alimentaria ha sido uno de los objetivos centrales de las políticas de desarrollo. Las estrategias adoptadas varían desde optar por la autosuficiencia alimentaria en un extremo, hasta acumular recursos financieros que permitan comprar alimentos bajo cualquier circunstancia en el otro, pasando por diversas combinaciones de capacidad de producir y adquirir alimentos. Recientemente estamos viendo como China, la República de Corea y algunos países árabes ricos en petróleo están arrendando o comprando tierras agrícolas en otras regiones para compensar su escasez (China ha acordado pagar US$1,000 p de arrendar 330,000 hectáreas en la Patagonia argentina por 20 años para producir alimentos).

 

Los esfuerzos para reducir la vulnerabilidad alimentaria serán sometidos a fuertes presiones durante los próximos años. El crecimiento demográfico y los cambios de dieta en los países emergentes, la escasez de tierras agrícolas y las limitaciones en la provisión de agua, las sequías e inundaciones asociadas al cambio climático, los aumentos en el uso de biocombustibles, las resistencias y restricciones al empleo de cultivos mejorados genéticamente, y la especulación y las fallas en los mercados de alimentos, está, creando inestabilidad en la oferta y gran volatilidad en los precios de productos alimenticios.

 

Las predicciones de Malthus sobre crecimiento demográfico exponencial y crecimiento lineal en la provisión de alimentos, que producirían inexorablemente hambrunas generalizadas, no se materializaron principalmente debido a los avances en las ciencias y las tecnologías agropecuarias. No obstante, en las circunstancias actuales no es prudente confiar en la “salvación tecnológica” cuando los factores mencionados anteriormente, unidos a una incapacidad de diseñar y poner en prácticas políticas concertadas en el ámbito internacional, auguran un posible descalabro en la provisión mundial de alimentos. La vulnerabilidad alimentaria se ha incrementado significativamente, particularmente en los países más pobres en donde un ligero aumento de precios pone a los alimentos fuera del alcance de muchísimas personas (se estima que durante el año pasado más de 40 millones de personas han caído bajo el umbral de la pobreza por el alza en los precios de los alimentos).

 

De acuerdo al investigador peruano Máximo Torero, del Instituto Internacional de Investigación en Políticas Alimentarias (IFPRI), el impacto de la especulación con productos alimenticios ha sido particularmente nocivo durante los últimos años. La extraordinaria liquidez generada por las políticas de estímulo económico de los Estados Unidos y los países europeos han generado una búsqueda de inversiones rentables, que se desplazaron hacia los mercados de materias primas, incluyendo los alimentos. Las restricciones a la exportación en países productores de granos y los controles de precios introducidos para frenar las alzas, agravados por problemas climáticos, tuvieron efectos negativos en la producción.

 

Sin embargo, estos factores fueron exacerbados por el mal funcionamiento de los mercados internacionales de productos alimenticios; de acuerdo a Torero y sus colegas: “Los cambios en los principios básicos de la oferta y la demanda no pueden explicar plenamente el reciente aumento radical de los precios de los alimentos. Las crecientes expectativas, la especulación, el acaparamiento y la histeria también desempeñaron un papel en el creciente nivel y volatilidad de los precios de los alimentos.”. Los mercados de futuros de alimentos, que normalmente deberían ayudar a estabilizar los precios, se convirtieron en vehículos para la especulación, tal como lo hicieran antes las acciones de empresas tecnológicas (burbuja “dot.com”) en el 2000 y las hipotecas de baja calidad (“subprime mortgages”) en 2008. De acuerdo a la FAO un porcentaje muy reducido de los contratos de futuros de alimentos (menos del 5%) conducen a su entrega real, mientras que el resto se compra y vende en mercados como la bolsa de Chicago, que se especializan en transacciones con materias primas.

 

¿Qué hacer ante esta situación? Promover una mayor regulación de los mercados internacionales de productos alimenticios que limite la especulación. Esto debe complementarse con iniciativas regionales para enfrentar los efectos del cambio climático, regular el uso de las tierras agrícolas, establecer mercados del agua para racionalizar su uso, examinar la conveniencia de adoptar biocombustibles, y apoyar la investigación científica y tecnológica.

 

El Perú cuenta con una enorme diversidad biológica y de ecosistemas, con abundantes pero mal distribuidas fuentes de agua, y con diferentes tipos de tierra cultivable que plantean desafíos que exigen respuestas adecuadas a sus condiciones particulares. Ante la inestabilidad de los mercados mundiales de alimentos, es urgente identificar nuestras vulnerabilidades y definir estrategias de seguridad alimentaria para hacer frente a las dificultades que nos augura el futuro.