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Lecciones latinoamericanas para Europa

El normalmente jovial y afable Lord Edward Shackleton parecía furioso. Cuando dictaba mi conferencia en una reunión del Consejo de Europa en Helsinki en 1981, se acercó a la mesa y le pidió al vicecanciller austríaco, quien presidía la sesión, que me interrumpiera. Sin embargo, tuvo que esperar hasta el final para refutarme. Según Lord Shackleton, mi atrevimiento al decir que Europa tenía algo que aprender de América Latina era un despropósito, que deberíamos estar agradecidos que los europeos nos “llevaron la civilización”, y que los latinoamericanos nada teníamos que enseñarles.

 

Treinta años más tarde tenemos muchas lecciones para los Europeos; por ejemplo, en el manejo de la deuda externa. El segundo tiempo de la crisis financiera global (CARETAS 2195) ha puesto a los bancos privados franceses, alemanes, portugueses e ingleses, entre otras instituciones financieras europeas, en una situación muy difícil debido a las deudas impagables de Grecia, y posiblemente de otros países. Exactamente lo mismo le sucedió a los bancos norteamericanos con América Latina a principios de los 80s. El detonante fue entonces la reunión del FMI y el Banco Mundial en Toronto en Octubre de 1982, cuando México anunció que dejaría de pagar su deuda externa. Decenas de bancos privados enfrentaron la perspectiva de una bancarrota, ya que, buscando utilidades en el corto plazo, habían prestado demasiado y a altas tasas de interés a los gobiernos latinoamericanos. 1

 

El pedido de auxilio de los bancos privados norteamericanos halló eco en el gobierno de Ronald Regan. El Departamento del Tesoro utilizó un procedimiento poco usual para prestarle cientos de millones de dólares al gobierno mexicano, a fin de que pudiera pagarle a los bancos. Cuando la crisis de la deuda se generalizó, el Secretario del Tesoro, James Baker, ideó el “Plan Baker” que consistía en forzar al Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y al BID, además de otras entidades financieras, a prestarle en condiciones más favorables a los gobiernos de la región, a cambio de que usaran esos recursos para pagarle a la banca privada.

 

Sin embargo, esta solución sólo ganó tiempo evitando la bancarrota de los bancos por un par de años, mientras éstos fortalecían sus balances. Cuando se aceptó que las deudas soberanas latinoamericanas eran impagables, fue necesario diseñar otro esquema para reducirlas hasta un nivel compatible con la capacidad de pago de los países. Esto implicaba que los bancos deberían absorber pérdidas, pero a cambio de recibir al menos parte de lo que se les debía. Así nació el “Plan Brady”, diseñado por el Secretario del Tesoro norteamericano Nicholas Brady a fines de los 80s, que permitió a muchos países de la región reducir sus deudas con la banca privada y convertirse nuevamente en sujetos de crédito. Algunos países como Costa Rica lograron recortar sus deudas en un 70% y ahorraron más de US$500 millones, aunque otros países alcanzaron recortes menores pero aún significativos.

 

La Europa de hoy está en la etapa del “Plan Baker” de Latinoamérica de mediados del los 80s. Los gobiernos de los países europeos, y particularmente el francés, están empeñados en salvar a sus bancos, sin aceptar —al menos por el momento— que éstos tendrán que absorber pérdidas reduciendo el monto de las acreencias soberanas en sus carteras. Como lo demuestra la experiencia latinoamericana con el Plan Brady, esta es la única manera en que los países deudores europeos vuelvan a ser solventes y sujetos de crédito.

 

Lord Shackleton debe estar inquieto en su tumba, pero mientras más rápido aprenda la Europa de hoy de la América Latina en los 80s será posible diseñar un equivalente del Plan Brady que devuelva la tranquilidad financiera al viejo continente.

 

1 Recuerdo otro debate en la Universidad de Pennsylvania en que un banquero dijo que los países latinoamericanos se habían comportado como “niños en una dulcería” (children in a candy store) al excederse en tomar préstamos. Mi respuesta fue que los banco se habían comportado como “vendedores de drogas en un patio de colegio” (drug pushers in a school yard) al prestar en demasía.