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(Ciencia) Ficción y Realidad

Siempre nos sorprende cuando se unen ficción y realidad; más aún si se trata de asuntos que conciernen nuestras percepciones e ideas muy arraigadas. Esto me acaba de suceder leyendo una novela de ciencia ficción y una reseña de varios libros sobre la empresa Google y sus fundadores.

 

Mi generación se educó en la época previa a las computadoras, Internet y las redes sociales. Al inicio las computadoras nos parecían unas máquinas de escribir o calculadoras glorificadas y muy potentes, pero jamás imaginamos como transformarían las comunicaciones y el acceso a la información. Treinta años más tarde hemos tenido que acostumbrarnos a un bombardeo de mensajes y datos, a la casi imposibilidad de desconectarnos de los ubicuos teléfonos móviles, y al tener siempre a mano nuestros archivos, datos, direcciones y música. No nos atrevemos a ignorar los correos electrónicos, a descartar las charlas por Skype y a prescindir de las búsquedas con Google y otros programas, aunque nos molesta el exhibicionismo asociado con Facebook y lamentamos la pérdida de privacidad que implica la participación en las redes sociales.

 

A juzgar por lo que anticipan algunos escritores, todo esto es sólo el inicio de cambios aún más radicales en la manera de acceder a la información y utilizarla. En su novela de ciencia ficción Accelerando publicada en 2006, Charles Stross describe a uno de sus personajes, Manfred Macx, quien vive permanentemente rodeado de una nube en el ciberespacio cargada de información que alimenta sin cesar su cerebro. Esto se hace a través de anteojos que se conectan inalámbricamente con gigantescas bases de datos, y actúan como interfaz entre ellas y sus receptores sensoriales biológicos:

 

“La metacorteza —una nube distribuida de agentes de software que lo rodean en el ciberespacio, prestándose ciclos de procesamiento de CPUs [unidades procesadoras centrales] convenientemente ubicados (tales como su mascota robot)— es tanto parte de Manfred como la sociedad mental que ocupa su cráneo; sus pensamientos migran hacia ella, generando nuevos agentes que investigan nuevas experiencias y, en la noche, regresan a su base para compartir lo aprendido.” 1

 

La novela de Stross explora en detalle las implicancias sociales y las secuelas emocionales de estar hiperconectado todo el tiempo. Anticipa también las consecuencias de una situación hipotética, cuando la producción anual de cantidades gigantescas de microprocesadores electrónicos, cada vez más rápidos y potentes, sobrepasaría la producción de neuronas que contienen los cerebros de quienes nacen en el mismo año. Es decir, la capacidad agregada de la inteligencia artificial excedería aquella de la inteligencia biológica, lo que ha sido denominado por el inventor y científico Ray Kurzweill como la “Singularidad”. 2

 

Pocas horas después de dejar esta novela de lado para leer una revista, me encontré con una reseña de James Gleick sobre un libro que narra la historia de Google. Steven Levy, el autor del libro, cita una entrevista que le concedieron en 2004 Larry Page y Sergei Brin, los fundadores de Google, acerca de cómo anticipan que su programa de búsqueda de información funcionaría en el futuro:

 

“Estará incluido en los cerebros de las personas”, dijo Page. “Cuando usted piense en algo y en realidad no sabe mucho sobre esto, obtendrá la información automáticamente”.
“Es cierto”, dijo Brin. “En última instancia, visualizo a Google como una manera de aumentar su cerebro con el conocimiento del mundo. Ahora usted va a su computadora y escribe una frase, pero se puede imaginar que sería más fácil en el futuro, que podría tener aparatos a los cuales hablarles, o tener computadoras que prestan atención a lo que sucede a su alrededor….”
… Page añadió, “eventualmente usted tendrá un implante que, cuando piense acerca de un tema, simplemente le dirá la respuesta.” 3

 

No tengo duda que algo similar a lo que describen Page y Brin en esa entrevista, y lo que anticipa Stross en su novela, está sólo a la vuelta de unos decenios. Me preocupa que no estamos pensando en los valores, actitudes, comportamientos que acompañarán esas transformaciones, y más aún que no tenemos idea alguna de las normas, reglas e instituciones que podrían ayudarnos a manejar sus consecuencias.

 

Charles Stross, Accelerando, New York, ACE Science Fiction-The Berkely Publishing Group, 2006, p. 39.
Véase: http://singinst.org/