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¿Competitividad?

He querido dejar pasar algún tiempo antes de comentar la discusión que se armó, durante varias semanas, en torno a la “competitividad” de nuestra economía como resultado de las declaraciones de Michael Porter en Diciembre del año pasado. El destacado académico de Harvard criticó al Perú por no tener una visión de largo plazo sobre competitividad, relativizó nuestros logros económicos, y dijo que sin mejoras en la educación, tecnología e innovación, y sin una política activa de promoción que incluya el financiamiento público, el Perú tendría serios problemas de competitividad en el futuro.

 

La reacción no se hizo esperar. Algunos fundamercadistas despotricaron contra quien había sido, hasta entonces, uno de sus gurús favoritos, llamándolo ignorante, despistado, teórico —epítetos que antes reservaban para sus adversarios progresistas. Los políticos cuestionaron que un extranjero viniera a darnos lecciones, olvidándose de como resaltan la más mínima opinión favorable de cualquier analista de Wall Street sobre nuestra economía. Por su parte, analistas, empresarios y estudiosos enfatizaron los aspectos de las declaraciones de Porter que coincidían con sus puntos de vista.

 

Debo mencionar que no soy entusiasta ni detractor de Porter. Sus ideas me parecen sensatas, pero no son nada nuevo —ni lo eran en 1990, cuando la editora del Harvard Business Review me pidió que comentara un artículo suyo que precedió la publicación de su libro sobre la competitividad de las naciones 1. Sin embargo, creo que es absurdo no prestar atención a críticas que pueden ayudar a mejorar nuestro desempeño económico.

 

La mayoría de los comentaristas, estuvieran a favor o en contra de Porter, destacaron la importancia del clima de negocios, la infraestructura, la estabilidad económica y la educación para mejorar la competividad, mencionando también la reducción de la informalidad y los sobrecostos laborales. Una revisión de los numerosos artículos, entrevistas y comentarios que suscitó la presentación de Porter, muestra que sólo Jaime de Althaus en La Hora N, dos editoriales de El Comercio, una nota de Ricardo Lago y una respuesta del ministro Luis Carranza en una entrevista de RPP mencionaron la palabra “innovación”, y que ninguno de ellos puso énfasis en la capacidad científica y tecnológica que es indispensable para innovar.

 

Por ejemplo, para Lago no es importante que estemos muy atrasados inversión en investigación y en número de patentes, ya que estamos innovando en alta cocina y en turismo. Para Carranza un préstamo del BID de US$36 millones muestra el interés gubernamental en ciencia, tecnología e innovación —algo sorprendente cuando sabemos que Argentina concretó un préstamo de US$750 millones el año pasado, Colombia acaba de acordar uno de US$500 millones, y hasta Costa Rica (con siete veces menos habitantes que el Perú) ha recibido un préstamo del BID de US$120 millones. Sin embargo, para ser justos, es preciso mencionar que a fines del 2006 Carranza destinó S/200 millones del superávit fiscal de ese año para crear un fondo de investigación y desarrollo para la competitividad, que fue puesto en marcha en noviembre del año pasado. Pero, aún juntando el préstamo de BID y el fondo de competitividad, el Perú sigue a la cola de los países latinoamericanos en inversiones en ciencia, tecnología e innovación.

 

Es triste, pero esto no debería sorprendernos. He escuchado a un Primer Ministro de este gobierno decir que invertir en ciencia, tecnología e innovación no es prioritario, argumentando que su partido ganó las elecciones sólo por un estrecho margen , y que para evitar que un candidato de izquierda triunfe en el futuro es necesario concentrar recursos en programas que den réditos sociales (léase electorales) en el corto plazo. Otro Primer Ministro, esta vez de gobierno anterior, dijo que no era necesario invertir en investigación científica y tecnológica, ya que la tecnología se podía comprar en el exterior. La evidencia de varios decenios y de muchos países, que muestra inequívocamente que la única fuente de crecimiento económico sostenido es la creación de capacidades propias para la innovación científica y tecnológica, no cuenta para muchos de nuestros políticos, funcionarios públicos, empresarios, periodistas y analistas económicos.

 

En fin, inspirado en el boom de la cocina peruana, esto me ha llevado a perpetrar unos versos sobre competitividad que comparto con usted, amable lector:

 

Competitividad
Sin tecnología e innovación,
Es como un ceviche
Sin pescado ni limón

 

Arregle el camote de la educación y la infraestructura
Ponga el choclito del apoyo estatal
La cebolla del clima de negocios va por añadidura
Y agregue el ají de la iniciativa empresarial

 

Pero, … sin pescado ni limón
Es sólo una mezcla sin ton ni son
Lo mismo es la “competitividad”
sin tecnología e innovación

 

1 Véase: Francisco Sagasti, “Competing for national prosperity”, Harvard Business Review, Boston, Mayo-Junio 1990, pp. 188-189.